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Una aproximación al Big Bang
 

Rubén Alejandro Fraga

El hombre se aproximó por estos días un poco más a uno de sus milenarios desvelos: desentrañar los enigmas en torno a los orígenes del mundo. Es que un equipo de científicos de la agencia espacial estadounidense (Nasa) logró una nueva imagen de las primeras etapas del universo, sólo mil millones de años después del denominado Big Bang (Gran Explosión), en el marco del proyecto de estudio profundo de los orígenes, para el que se utilizan los más grandes observatorios.
El Big Bang fue bautizado por el astrónomo inglés Fred Hoyle en 1950 como el instante inicial de la gran explosión que habría dado comienzo al espacio y al tiempo, y constituye la teoría cosmológica más popular actualmente.
Ésta teoriza que hace cerca de 14.000 millones de años, toda la materia y el espacio que componen el universo estaban concentrados en un volumen extremadamente pequeño.
La teoría sostiene que el universo comenzó a existir como un volumen diminuto lleno de energía, lo que dio al universo una temperatura muy alta. Al expandirse el universo, las partículas atómicas fundamentales se formaron en una mezcla dominada por el hidrógeno, con algo de helio, y casi nada más.
Sea cual fuera el mecanismo que dio inicio al Big Bang, éste debió ser muy rápido: el universo pasó de ser denso y caliente –instante “cero” del tiempo– a ser casi vacío y frío –instante actual–.
De la situación del universo antes del Big Bang nada se sabe, ni siguiera puede imaginarse cómo comenzó. Puede estimarse que antes de conformadas las galaxias, la densidad de materia del universo habría sido infinita o extremadamente grande; por lo tanto, el análisis del universo puede iniciarse un instante después del Big Bang, en el cual la densidad resulte finita, aunque extraordinariamente enorme.
Algo similar se puede decir con respecto a la temperatura. En las regiones de mayor temperatura se acumuló la materia que luego dio origen a las galaxias y posteriormente a las estrellas.
Con todo, se pueden analizar los procesos físicos que se desarrollaron después del Big Bang y el apasionante estudio del universo primitivo es posible debido a que la velocidad de la luz es finita.
Al mirar las galaxias a muchos millones de años luz de distancia, las vemos como eran cuando la luz salió de ellas.
Esos objetos remotos son muy tenues y esa es la razón por la que los astrónomos procuran desarrollar telescopios cada vez más grandes, y detectores más eficientes, para poder medir más atrás en el tiempo.
En esa búsqueda, los científicos que trabajan en el proyecto Great Observatories Origins Deep Survey (Goods), el más ambicioso estudio de las etapas iniciales del universo, consiguieron este mes tomar una de las fotografías más fascinantes logradas por el telescopio espacial Hubble, un satélite artificial que orbita a la Tierra y dirige sus instrumentos hacia el espacio.
Pero para obtener la imagen los especialistas no sólo se valieron de la cámara de resolución superalta del Hubble, sino que recurrieron a otros telescopios más, como la cámara del observatorio de rayos X Chandra y el telescopio espacial James Webb, sucesor del Hubble.
La imagen muestra una sección del cielo de cerca de una décima parte del tamaño de la Luna llena vista desde la Tierra, lo que es 30 veces más amplio que la última mirada al universo que obtuvo el Hubble en 1996, y que llegó a los denominados “campos profundos”.
La nueva perspectiva logró ir más atrás, más de 12.000 millones de años, cuando el universo tenía 1.000 millones de años (hoy se supone que tiene 13.700 millones).
En esa época, las galaxias crecían en tamaño y pasaban por un período al que los especialistas llaman “auge infantil”, de furiosa formación de estrellas, que duró cerca de 6.000 millones de años. Y desde ese momento el nacimiento de estrellas decreció a una décima parte de lo anterior.
La imagen muestra una décima parte del campo entero captado por el Hubble. El campo completo consiste en alrededor de 50.000 galaxias, entre las que los astrónomos identificaron unas 2.000 de ellas atravesando por el período de “auge infantil”.
Combinando la tecnología de los tres grandes observatorios de la Nasa con la información tomada de otros telescopios situados en la Tierra, los astrónomos esperan construir una imagen coherente de la evolución de las galaxias.

Una visión más simple del universo

En tanto, un equipo de científicos del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), ubicado en Tenerife, España, llegó a la conclusión de que dos de los tipos de galaxias más comunes son diferentes versiones del mismo grupo de objetos, por la cual la visión del universo sería más simple de lo que se pensaba hasta ahora.
Los científicos utilizaron imágenes obtenidas con el Hubble para llegar a esa conclusión, que se contrapone con la visión de que las galaxias “elípticas enanas” y “elípticas gigantes”, aunque tengan un nombre similar, son morfológicamente galaxias muy distintas.
Los resultados de ese estudio fueron publicados esta semana en la revista Astronomical Journal y “cambiarán fundamentalmente la comprensión que tenían los astrónomos sobre esos componentes del universo, al hacer más fácil la comprensión de cómo se forman las galaxias”, según se indicó desde el IAC.
Hasta ahora, para el estudio de las “elípticas gigantes” se utilizaban como referente las galaxias más luminosas y más masivas –supergigantes–, ya que eran más fáciles de detectar. En función de ellas se había establecido un modelo para cada tipo de galaxia elíptica: enanas y gigantes
Lo que lograron constatar los especialistas con su investigación es que las supergigantes son la excepción y que, en cambio, existe una continuidad morfológica entre las elípticas enanas y gigantes.
“Esto ayuda a simplificar el universo, porque reemplazamos dos tipos distintos de galaxias en uno solo”, explicó Alister Graham, astrónomo de la Universidad de Florida y del IAC, donde inició esas investigaciones.
“Pero las implicaciones van más allá de la mera taxonomía astronómica. Los científicos habían pensado que los mecanismos de formación para estos objetos deberían ser diferentes, pero con esto se unifica el proceso de construcción”, remarcó.

Científicos revelan que en Marte hay más agua de la que se pensaba

En Marte hay más agua que lo calculado hasta el momento, según un nuevo estudio realizado por científicos rusos y estadounidenses, que se publica en el último número de la revista Science. En el polo norte del Planeta Rojo hay un tercio más de agua congelada que en el polo sur, indicaron los expertos, por lo que aumenta la probabilidad de que se haya desarrollado vida simple en Marte. “El agua también facilitaría una posible exploración del planeta por el ser humano”, escribieron los científicos, liderados por Igor Mitrofanov, de la Academia de Ciencias de Rusia. El agua se almacena debajo de la superficie en el suelo permanentemente congelado en las altas latitudes del planeta. La estimación de la cantidad de hielo se hace difícil por el dióxido de carbono congelado que se deposita en los polos de Marte en el invierno. Los investigadores superaron ese problema gracias a los datos que recogieron las sondas Mars Odyssey y Mars Global Surveyor en los meses de verano –boreal–.

 

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